Conoce a Cipriano Martínez Rücker (1861-1924)
Parte 6
Por Fernando Horcas
Pues sí. Al primer niño lo llamaron Cipriano. Por si no venían más. Y vaya si vinieron. Otros 11 más, que correteaban por el Campo de los Mártires y por todo el barrio del Alcázar Viejo (lacasaelviejo) jugando, camino de la escuela. Alguna vez cruzaban al otro lado de la Mezquita y miraban con curiosidad la casa en la que nació papá.
- Mira qué calle tan chiquita hay aquí al lado.
- Si abro el pañuelo llega de pared a pared.
Ya tenemos a nuestro amigo cargado de fama y de trabajo (más que de dinero). Hacía tiempo que publicaban sus obras en editoriales de Lisboa. Ahora se las pedían de Alemania, Francia e Italia; de Madrid, y más tarde de la misma Córdoba. No se conformaban con reeditar; querían otras nuevas. Eduardo Lucena le enseñaba sus jotas y pasodobles, que no terminaban de gustarle. Él era más romántico, más introvertido.
Mira tú estas hojas que tengo en mis manos. ¿Por dónde habrán pasado para pringarse de esta manera?
La letra en italiano repite machaconamente “Recuerda…, recuerda…”. Una flor solitaria en una tumba, el alma inmortal que vuelve, una voz que gime en la noche. No creo que don Cipriano sufriera depresión. No tenía tiempo para eso. Pero le gustaban esos temas y esas lenguas suaves, francés e italiano. Cuando por fin refrescaba en las noches de primavera y se dormían los niños, se bajaba al auditorio, ponía una sordina de fieltro al piano de cola y se sentaba con papel pautado, lápiz y un poema romántico hasta que Elena se le acercaba cariñosamente.
- Anda, que es muy tarde. Mañana tienes que trabajar.
Mira sus composiciones de recién casado:
- Op. 17 - Povero fiore. Mayo 1889
- Op. 18 - Preghiera della domenica. Marzo 1892
- Op. 19 - Christus factus. Marzo 1893
- Op. 20 - Gavota estilo antiguo. Octubre 1893
- Op. 21 - Marcha Fúnebre. Febrero 1895
- Op. 22 - Adiós a Boabdil. Abril 1895
- Op. 23 - Capricho andaluz – bolero. Junio 1895
- Op. 24 - Ha'Oualem. Septiembre 1895
- Op. 25 - Mi Córdoba. Octubre 1889
- Op. 26 - Duerme, madre. Diciembre 1895
- Op. 27 - Marcha militar para banda. Enero 1896
- Op. 28 - Vals para tiple. Agosto 1896
- Op. 29 - Overtura en Do menor. 1896
- Op. 30 – Bocetos líricos. 1896. Son 4 piezas para piano con versos de su amigo M. Blanco Belmonte
- Op. 31, 32, 33 y 34 – Mazurka nº 1, 2, 3 y Polka Mazurka, respectivamente. 1897
Podríamos seguir hasta Op. 51 por lo menos, pasando del siglo XIX al XX. En el capítulo 2 pudimos escuchar el Capricho Andaluz, Op.23 (perdón, que puse 27 por error). Pero volvamos a su intenso trabajo, a sus clases, a su actividad diaria. ¿De dónde sacaría tiempo para tanto y serenidad para disfrutar de la música y de sus amigos, músicos, poetas y tanta gente?
Ya te dije que tenía una gran amistad con el violinista Eduardo Lucena y con otros profesores preocupados por aquellas escuelas artísticas del siglo XIX:
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La Escuela Provincial de Bellas Artes (1865-1880) con el padre de Julio Romero de Torres y otros.
- Recordemos que en 1882 le dan al joven Cipriano la beca para música. Era la primera vez que la Diputación daba estas becas. Otra fue para Mateo Inurria en modelado y vaciado.
- En esa década de 1880 se inicia la docencia de la música (no iba a ser todo pintura y artes plásticas), y entra la mujer, tanto como alumnas como profesoras.
- La siguiente década, la de 1890, fue más crítica. Pero no adelantemos acontecimientos. Luego te cuento.
La casa y el auditorio de Cipriano Martínez Rücker en el barrio de San Basilio se convirtió en un centro cultural muy importante. Soirées, tertulias, veladas musicales y poéticas. Otro asiduo era el sacerdote D. Juan Antonio Gómez Navarro, maestro de capilla y organista de la Catedral, compañero en las clases de música y muy gran amigo.
En los veranos se acercaba a Córdoba, a su casa, Enrique Granados. Allí se intercambiaban sus últimas composiciones, hablaban de las corrientes de moda italianizantes, wagnerianas o beethovenianas, y las interpretaban unos y otros. Un día se presentó con una ópera que estaba preparando, y estrenó en versión piano la ópera Goyescas.
En otros momentos viajaba Pablo Sarasate con su Stradivarius, si no era con los dos que tenía. Eduardo Lucena se volvía loco, se enseñaban sus composiciones mutuas, las interpretaban acompañados por el dueño de la casa y por el reverendo Gómez Navarro.
Fueron años de gloria, de homenajes, de trabajo. Formaba parte del sexteto que formó Eduardo Lucena en 1886. Los niños se sentaban muy atentos sin hacerse idea de lo que estaban viviendo. Llegaban músicos jóvenes como Bartolomé Pérez Casas, Conrado del Campo y otros, el poeta Clarín, la infanta doña Isabel de Borbón “la Chata”, a la que le dedicó alguna composición que ella interpretaba. Cipriano y Elena también viajaban. Unas veces por homenajes que hacían al músico, otras por invitaciones de instituciones y de amigos. Eran felices, y la familia seguía creciendo.
Un 24 de abril, el de 1891, Pablo Sarasate dio un concierto genial en el Gran Teatro, que se venía abajo en aplausos. Eduardo Lucena, todavía joven, pero algo delicado, disfrutó más que nadie. Quién le iba a decir que era la última vez que se encontraban los dos grandes violinistas. Eduardo, el gran amigo y compañero de cátedra de Cipriano, se puso peor. A principios de marzo de 1893 falleció con sólo 44 años, dejando viuda e hija en situación precaria. También dejó un gran número de obras, y grupos musicales que quedaron como pollo sin cabeza.
Cipriano tampoco iba muy sobrado de dinero. En la Escuela de Bellas Artes le pagaban poco y tarde. Tenía que buscarse clases particulares. Toda España andaba mal, hasta reventar en aquel 1898 en que para colmo se perdieron las últimas colonias: Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Fue horrible. Pero es que en Córdoba cerró la Escuela de Bellas Artes. ¡Chaf!
Pero nuestro amigo es incansable y no dejó de trabajar, confiado en que sirvieran para algo sus esfuerzos. Alguno de sus hijos ya va creciendo, dispuesto a echar una mano donde hiciera falta. Cambian de siglo y se arman de optimismo. Y de pronto llega el año 1902. Ese año parecía que volvía a verse luz por el horizonte, y había que salir a por ella.
Encuentran un local pequeñito en la Calle Nueva (Claudio Marcelo, 13), y montan la primera tienda de música de Córdoba. Era una sucursal de otra de Sevilla, que vendía pianos y todo tipo de instrumentos y material musical. Los hijos se plantan detrás del mostrador. (En la década de 1960 mis amigos y yo comprábamos allí papel pautado, cuerdas, partituras, etc.) Porque duró más de 60 años.
No se le iba de la cabeza su gran amigo Eduardo Lucena. Pensando en él y después de años de gestiones y esfuerzo ¡por fin abre el Conservatorio de Música de Córdoba! Lo dirige don Cipriano, y dan clases a un montón de alumnos que lo estaban esperando.
Antes de que terminara ese año, un grupo de amigos consiguen refundar su Centro Filarmónico, con distintos nombres hasta que se fijó en el actual “Real Centro Filarmónico de Córdoba Eduardo Lucena”. Ahí estuvieron Cipriano padre e hijo comprometidos desde el primer día, unidos al Centro y trabajando por la música lírica cordobesa.
Pronto nombran presidentes de honor a Cipriano Martínez Rücker y a Juan Antonio Gómez Navarro. Les duró poco porque antes de dos años renunciaron de este título en favor del rey Alfonso XIII. Escucha, que es interesante.
En los carnavales de 1904 el Centro Filarmónico de Córdoba “Eduardo Lucena” se vino a Madrid a concursar con obras de Lucena, de M. Rücker, Molina león y algún otro. Arrasaron. Eso no eran chirigotas ni tonterías, sino cosa seria, alegre y amena. Actuaron en el palacio de Villahermosa (donde ahora está el Museo Thyssen-Bornemisza). La duquesa, entusiasmada, les regaló una batuta de plata, que tuvieron que enviarles unos días más tarde cuando la terminara el orfebre. Al día siguiente fueron al palacio real a tocar ante Alfonso XIII, que les concedió el título de “Real” Centro Filarmónico… Al Rey lo nombraron Presidente de honor. No se podía empezar mejor. Mira y escucha lo que compuso para ese viaje:
En un fichero aparte (01-Noches de C_rdoba.mp3) puedes escuchar una grabación histórica de disco de pizarra de 1929. Pero si quieres la puedes oír y ver interpretada mucho después en el Teatro Góngora en este enlace https://www.youtube.com/watch?v=T8sci6HY464 hacia el minuto 10 y medio. (No te lo vas a creer, pero a ese concierto, que puedes ver ahí entero con obras que conoces bien, conseguimos entrar de casualidad mi mujer yo. Y a partir de ahí surgieron proyectos como el concierto en el Ateneo de Madrid el 13 de abril de 2013 al que tal vez asististe).
Poco después apareció por allí (por el Centro Filarmónico) un niño simpático y con ganas de aprender de todo. Se llamaba Ramón Medina.
Mucho trabajo, mucha actividad, con algunos quebraderos de cabeza y otros ratos buenos. En 1908 falleció su amigo Pablo Sarasate a la edad de 62 años. En 1916, en plena gran guerra, se fue a Nueva York Enrique Granados a representar la ópera Goyescas. A la vuelta, cuando pasaban por el Canal de la Mancha, bombardearon el barco en que volvía con su esposa. Ella cayó al mar y él se tiró a salvarla. Allí se quedaron los dos. ¡Malditas guerras! En enero 1919 compuso el Himno a la paz. La letra debe ser de un fraile que no he conseguido saber su nombre. A ver si tú me lo dices.
En 1916 su amigo el reverendo Gómez Navarro se retiró a su Lorca natal donde falleció al final de 1923. Por los mismos días, también su amigo Tomás Bretón con casi 73.Aquel curso de 1923 fue muy duro. Don Cipriano cumplía 61 años y ya iban naciendo nietos. ¿Pero qué tenemos los cordobeses, que la envidia nos corroe a veces? Don Cipriano llegó a decir “el Conservatorio me está matando”. Sus hijos trataban de animarlo.
- Papá, tienes que venir a ver otra tienda que hemos abierto cerca de la primera.
- Qué grandes sois.
- Vendemos un montón de pianolas, que ahora se están poniendo de moda. Pero también discos, gramolas y hasta aparatos eléctricos.
Terminó aquel curso de 1924, y el maestro no se encontraba bien. Si él había compuesto hacía muchos años “Duerme, madre”, ahora eran sus hijos y nietos los que le decían a él “descansa”.
Conoce a Cipriano Martínez Rücker (1861-1924)
Parte 5
Por Fernando Horcas
Otra mudanza
Dejamos a Cipriano respirando carbonilla en trenes de Portugal (a Lisboa en tren de lujo yo viajaba…), España, Francia e Italia hasta llegar a Milán. Paisajes áridos alternaban con otros verdes campos que lo llenaban de ilusión.
Después de despedirse de su padre y de su querida madrastra en Portugal pasó por Córdoba. Papeleos, firmas, documentos, el dinero… y los abuelos. En su casa vació un cerro de papeles de música de su baúl y dejó sitio para ropa nueva.
- Abuela, en este cuarto voy a dejar todos estos papeles. Que no los toque nadie.
- No, hijo. ¿Quién va a tocar ahí? Le echo la llave y solo entraré a limpiar de cuando en cuando. Cuídate mucho y escríbenos.
Un grupo de amigos fue a la moderna estación de Córdoba a despedirlo. Querían llevarlo a hombros.
- Llevad mejor el baúl que pesa más. Ja já.
Tenía por delante varios días de viaje por regiones que nunca había visto hasta ese momento. Iba tomando notas, componiendo alguna cosilla, estudiando italiano y francés. Más tarde aprendería también algo de alemán. Y no olvides que venía de vivir varios años en Portugal.
Por fin Milán al norte de Italia; el conservatorio, que todavía no se llamaba Giuseppe Verdi, pero llevaba 80 años funcionando. Sus profesores, sus alumnos, sus visitantes. Entre unos y otros sonaban nombres como Puccini, Leoncavallo, Donizetti, Pio Nevi. Sentía que tocaba el cielo. Tenía que aprovechar el tiempo.
Cipriano era tímido y no solía irse de parranda con todos aquellos jóvenes y ragazzas, pero estrechó buenas amistades con muchos otros que lo apreciaban como músico y como persona. Uno de ellos, el director de la Banda de Milán. Otro, el obispo de Plasencia, con el que se encontró por Italia. Cuando volvía de vacaciones camino de Córdoba visitaba con envidia el Conservatorio de Madrid, donde Tomás Bretón daba clases a cientos de muchachos y a señoritas cultas. El gran músico lo animaba a que se quedara con él en Madrid de catedrático en el Conservatorio, o que se fuera a París o a cualquier sitio donde triunfaban muchos músicos españoles. Pero su objetivo estaba en Córdoba. Ni siquiera volvía a la casita de verano de Oporto con sus padres, sino que se encontraba con ellos en Córdoba, donde coincidían en algunos días calurosos.
Ahora, a trabajar. Eduardo Lucena, 13 años mayor que él, lo estaba esperando como agua de mayo. No es que le ofreciera trabajo. Es que juntos iban a hacer todo lo que estuviera en sus manos por la música en Córdoba.
- ¿Cómo estás de armonía? – le decía Eduardo a Cipriano -. Es que yo soy más melódico, como buen violinista. Mira que me fui un año al conservatorio de Madrid cuando estaba de catedrático de armonía Hilarión Eslava. ¿Sigue por allí todavía? A mí me dieron clase otros. Pero el que sí me interesaba como maestro era Jesús de Monasterio. ¡Qué gran violinista y maestro! Me apreciaba mucho. Ni me presenté a los exámenes. Lo que me interesaban eran las clases, que las pagué todas. Pero los títulos me traían al fresco.
- Al que he conocido es a Pablo Sarasate. Hemos tocado juntos algunas de sus composiciones, como el famoso “Zapateado”. ¡Qué monstruo!
- A ver si algún día te lo traes por aquí a que dé algún concierto.
- Es un poco raro, pero le escribiré. Le gusta mucho Andalucía.
En este enlace puedes ver una interpretación más actual de esa obra:
https://www.youtube.com/watch?v=sIvmYMXB7FQ
Pero sin ir tan lejos, nuestro grupo Construzzia ha interpretado la Romanza Andaluza en nuestra propia Casa de Córdoba y en otros escenarios más de una vez. ¿La recuerdas?